viernes, 13 de agosto de 2010

Día tonto.


Esta mañana me ha desayunado un pensamiento recurrente. No es más que el planteamiento acerca de la verdadera existencia de los límites de mi estupidez o, en su defecto, de la posibilidad de que ésta se expanda más allá del tiempo y la distancia.
No dejo de darme motivos constantes y consistentes para creer esto último e, inevitablemente, con ello no hago otra cosa que evidenciar el crecimiento de mi estupidez en cuestión.
Después de un prolongado e infertil combate entre mis dos hemisferios sólo puedo concluir que lo verdaderamente innumerable es la cantidad de vueltas que puedo llegar a dar sobre este mismo tema.
Así que una vez más, para no perder la costumbre, me mojo la frustración en el café, me cepillo los dientes, me pongo las gafas de sol, ensayo frente al espejo mi mejor sonrisa y, con ella puesta, salgo a la calle. A ver si con un poco de suerte encuentro algo que apacigüe los intentos (hasta hoy fructíferos) de mi estupidez por manifestarse de la forma menos discreta posible.

Forma original de dar comienzo a un blog, lo sé, pero no encuentro mejor carta de presentación posible.
De ahora en adelante: Buenas noches y buena suerte.

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