miércoles, 22 de febrero de 2017

TOMA DE TIERRA

Anticipaban nuestra caída, impacientes, con una sonrisa malvada en los labios, dándonos el pésame por nuestra inminente e "inevitable" pérdida.
Mientras tanto tú y yo permanecíamos inmóviles, sosteniendo los escombros con tanta fuerza que ni un huracán podía acabar de derribarlos. Porque fuimos ceniza y escombros, de eso no hay duda. Pero nos sobraron las fuerzas y el ingenio y, así, utilizamos la primera para unir los fragmentos de los segundos, construyendo una fortaleza a prueba de cañonazos y opiniones ignorantes y atrevidas.

Y destruímos los planos, y cerramos las compuertas. Follándonos al "qué dirán", que se retorcía incrédulo y hambriento de nuestro fracaso, aguantamos hasta que se alejaron las voces y ya sólo se escucharon murmullos. Nos lamimos las heridas hasta hacerlas cicatrices. Cicatrices de las que no duelen ni en los días de lluvia y que sólo me recuerdan la fuerza con la que queríamos que esto saliese bien.

Mientras que los que nos querían nos gritaban que nos rindiésemos, temiendo que muriésemos desangradas, nosotras cerrábamos fuerte los ojos, convencidas de que el riesgo merecía la pena y de que ellos nunca podrían llegar a entenderlo.

Esa fortaleza indestructible, ese tú y yo, es sin duda uno de los mayores logros de mi vida; y no creas que olvido que tus escombros eran más pesados y que en tu lado el viento soplaba más fuerte.

Ha sido un viaje tan intenso, tan bonito. Volamos tan alto, caímos con tanta fuerza, que es imposible imaginar cómo hubiesen sido las cosas si hace diez años no nos hubiésemos cruzado en el país más gris de todos, el que presenció nuestro encuentro y casi hace lo mismo con nuestra despedida.
Has sido tan importante en mi vida que ya ni recuerdo cómo era cuando no estabas en ella, ya no me reconozco sin ti. Porque hemos crecido juntas, paso a paso, haciendo el tonto, a veces las paces, y otras simplemente el amor. Y, así, conseguí abrir una pequeña grieta en la presa que durante tanto tiempo retuvo tus lágrimas, y tú lograste domar a los leones que habitaban mi cabeza.

Te conozco egoísta y cabezota, me conoces indefensa y vulnerable, el reverso de nuestra cara vista, aquello que no queremos o tememos mostrar al resto.

Por todo esto, y por muy pesimistas que puedan llegar a ser las predicciones metereológicas, sé que no me faltarás tú. Tú, mi toma de tierra frente a las tormentas eléctricas que se desatan a mi alrededor, la que se traga los rayos cuando éstos me persiguen. Esa constante que hace que las ecuaciones inesperadas no me maten de miedo.

A estas alturas puedo proyectar mil finales alternativos para esta historia, pero ninguno en el que no estés conmigo, bien de mi mano, bien en mi cabeza, o sencillamente en mi piel. Porque griten lo que griten, piensen lo que piensen, lo nuestro no es amor ni amistad, es simplemente utopía.

domingo, 27 de enero de 2013

Alprazolam


Sucedió todo de repente, ni un solo síntoma extraño jugó a acelerar mis tiempos de reacción. Una mañana me desperté y todo había cambiado. En los primeros segundos, debatiéndome entre el miedo y el desconcierto, no pude evitar recordar a Gregorio y lo traumática que me resultó su metamorfosis.   Mis órganos internos habían perdido plasticidad y elasticidad y se fueron endureciendo hasta estar completamente recubiertos de plomo. Y mis huesos habían sido sustituidos por toscas piezas de hormigón armado.

Durante meses traté de ignorar lo ocurrido, de actuar como si nada hubiera cambiado. Día tras día arrastré el lastre hecho de mí, retando consistentemente a mis nociceptores y   contraatacando al espejo con una sonrisa bien forzada, digna de cualquier documento de identidad. Hasta que llegó ese fatídico e inevitable día en el que mi autonegación pudo más que las costuras que mantenían unida mi piel. Y el desgarro fue tan grande que la enfermedad no pudo por menos que sentirse humillada ante la convalecencia.  
Inválida, como si estuvieras atado a una silla en medio de la Castellana un viernes cualquiera a las 2 de la tarde, con los ojos cerrados por el pánico y los oídos sordos por los pitidos desesperados y enfurecidos de los coches que pasan a dos milímetros de ti y provocan corrientes de aire que hacen tambalear tu silla; así me sentía.

Tres benzodiacepinas al día y reposo absoluto de mi misma. Mientras intentaba obedecer a la segunda prescripción, y sin moverme de mi maldita silla, tomé prestado un frac y me convertí en cobrador .Desde entonces, no he dejado de perseguirme a mí misma, buscando una compensación económica por las lesiones y perjuicios provocados. Yo, que me declaré insolvente antes de empezar a ganar dinero por eso de que quien no tiene no puede perder, me paso el día rindiendo cuentas.

Sin posibilidad alguna de retribuirme la equivalencia a todo el mal causado, intento jugar al trueque con mi conciencia. Como moneda de cambio para saldar mi deuda, ofrezco respuestas a los interrogantes que me carcomen las horas y elevan los miligramos de mi medicación.

Y, así, rebusco entre la maraña de  mensajes encriptados de mi hipocampo,  en busca y captura de una fisura o pequeña grieta por dónde empezar a tirar del hilo, al otro extremo del cual estoy atada con diez pares de vueltas alrededor del cuello, a punto de morir ahogada. Como si a lo largo de todo este tiempo me hubiera hecho tan pequeña  y diminuta que fuera capaz de perderme dentro de mí, dentro de esa imagen tridimensional y vacía que los demás ven cuando creen estar viéndome. Un giro inesperado en el cuento, David siendo engullido por el gigante y poco avispado Goliat.


 Con la desesperanzadora pérdida de moraleja y el vértigo que provocan los cambios de lo aparentemente predecible, me encuentro en ese proceso de búsqueda a través de mi memoria, digna de ser el trastero del mismo Diógenes en persona.  Mis únicos estimuladores mnémicos son un par de fotos cuyos  píxeles están desgastados por el tiempo y 10 ataques de pánico que analizar detenidamente. Eso sí, esta vez nada me pillará desprevenida, he adquirido por ebay un microscopio de segunda mano con el que amplificar mi propia imagen. Lo guardaré cuidadosamente por si doy con esa maldita y escurridiza grieta y así, de una vez por todas, consigo encontrarme.

lunes, 4 de julio de 2011

X.

Dice el calendario que en 9 días nos deja volver a vernos. Así que he ideado una estrategia de ataque para nuestro próximo encuentro. Te lo comunico por si tú, como respuesta, quieres idear una estrategia de defensa o, en su defecto, de contraataque.


Esta vez mi única arma será  un marcador con el que trazar líneas discontinuas por todo tu cuerpo. La x que marca el punto de partida estará situada justo en la frontera entre tu oreja y tu cuello.
Iré deslizándome por tu costado hasta que la cresta ilíaca me indique el cambio de carril para hacer el mismo recorrido en sentido inverso hasta terminar en tu otra oreja. Que las clavículas me guíen hasta tu esternón y empiece a perder la cabeza escalando las cordilleras que tu escote me promete. Y una vez conquistada la cima de cada una de ellas intentaré usar los dientes de ancla para que el vértigo no consiga hacerme perder el equilibrio. Y saciaré mi sed en el oasis de tu ombligo. 

Marcaré con tinta tus piernas, y tus rodillas me servirán de glorietas para coger la primera desviación hacia la cara interna de tus muslos. Voy a abrirte de par en par los sentidos o lo que me pidas y el rotulador empezará a ponerse nervioso al ver que se abre camino hacia tus entrañas por la puerta de la vida, por el acceso reservado sólo a residentes.

Si el rotulador ha conseguido no correrse te dejo marcarme como tú quieras.

Y que la lengua y los labios simplemente precedan a los dientes. Y nos desgarremos la piel a mordiscos para destrozar las barreras que nos separan y que marcan los límites entre nosotras. Y una vez desprovistas de piel, rocémonos hasta provocar el fuego necesario para que nuestros cuerpos se fundan en uno solo. 
Sólo necesitamos el desierto y las dunas que crean las sábanas que compartimos y las cuales no pueden evitar observarnos atónitas y desesperadas por no tener manos para unirse al festival que provocas en mí cada vez que volvemos a encontrarnos. 

Bill Brandt


Bueno, también necesitamos un rotulador permanente, pero no te preocupes cariño de eso me encargo yo. 



domingo, 27 de marzo de 2011

La Guerra Civil de mi (sub)consciente.


Ahora que no encuentro historias de fracasos en mis cajones, que los dramas sólo están al otro lado de la pantalla de mi televisor, que mis sábanas han dejado de retener ese frío paralizador que las caracteriza.
Ahora que tengo agujetas en la sonrisa por la falta de costumbre, que mis  pies torpes pies han encontrado pareja de baile que las guíe en esta “salsa” de días de lluvia y precipicios constantes.

Justo ahora que carezco de motivos que puedan justificarlo, me encuentro a mi misma  luchando, desprovista de todo tipo de armas, contra los pensamientos intrusivos que me abren las neuronas e intentan violármelas. 

Siendo la mayor víctima de toda esta masacre mi autoconfianza, la cual está tiritando de frío escondida entre mi bulbo raquídeo y mi médula, negociando con esta última por cuanto le saldría cruzar la frontera hacía mis costillas que,  aparentemente, son un lugar mucho más seguro.

Y, en medio de todo este campo de batalla, está mi coherencia que disimula y se hace la tonta para no tener que autorreconocerse que el motivo, que hace todo esto tan difícil, es que estos pensamientos intrusivos son causa y consecuencia de mi flagelada, y ya mencionada, auto(des)confianza.

Y, a pesar de contar con todos estos bits de información, es inevitable pensar que si le ves la parte bonita a los ángulos “obtusos” que me conforman es solo porque no hubo otros más “agudos” que llegaran antes que los míos. Que si mis piernas te parecen un paraíso con unas vistas increíbles es porque todavía te queda mucho turismo por hacer. Y que si piensas que soy lo mejor que podrías tener... simplemente es porque estás completamente loca y eso, espero, es un mal previo a que yo apareciera.

Está bien, lo confieso, intenté culparte de todo, te abrí un expediente donde anotar tus déficits, todo lo que cambiaría de ti, lo que me impide ser feliz…continuar con esto. Y sólo he conseguido una colección de páginas en blanco y sentirme un poco peor persona, si cabe.

¿Conclusión?: es fácil…que yo soy un auténtico desastre emocional y tú eres la única persona capaz de conseguir que le haga cortes de manga a mis fantasmas y carencias. Tú, mi trinchera favorita.

 Así que, por favor, siéntate y valora la posibilidad de que el mero conformismo subyazca a tu ceguera cortical.




                                                                                          
Si concluyes que es así, huye antes de que sea demasiado tarde y me hagas reducirme a cenizas.

Y si, por el contrario, la respuesta es una negación, no olvides traerme reservas de agua con azúcar para la cronicidad que vas a causar en las agujetas de mi recién estrenada sonrisa.


viernes, 14 de enero de 2011

Primer asalto.

      Te reto a una lucha polar que ni de cerca nos deje tiritando de frío.

Enfrentémonos a una Desensibilización Sistemática contra el vértigo que se mueve desde el " que esperas de mí" al "que puedo darte yo".
Un asalto con mordiscos y arañazos como único mecanismo de defensa.
Y, a riesgo de posibles cicatrices, establezcamos por norma: incisiones limpias y estratégicas como puerta de entrada hacia las entrañas. Y, una vez dentro, tratamiento reparador y desinfectante.

Yo: diagnosticada de impulsividad recurrente, propensa a los saltos mortales y los traumatismos craneoencefálicos subyacentes.

Tú:  afásica de Broca, archienemiga de mi equilibrio.

Tú y yo: cirujanas de lo impredecible. Bisturí contra bisturí, vamos a reirnos de las contraindicaciones hasta que mueran de vergüenza.

Y si fallamos y nos encontramos de frente con la hemorragia, aprovecharemos para que la sangre simplemente caliente lo nórdico de todo esto.

Que cualquier campo de batalla o sala de operaciones nos baste para batirnos en duelo. En el enfrentamiento más inesperado de nuestra biografía:

             Yo, amateur de tí  vs  Tú, amateur de mí.

Tragicomedia entre lo descabellado y lo maravilloso.





















¿Qué dices?, ¿quieres...enfrentarte conmigo?

viernes, 31 de diciembre de 2010

Agente Bacteriano Caduco.

15 segundos, en silencio y el oxígeno dejó de tener utilidad para mí.

20 minutos, buscando objetos cortantes con la mirada.

28 días, os bastaron a ti y al bisturí para hacerme pedazos.

8 semanas, luché contra las paredes para que dejaran de ahogarme.

2 meses, estuve buscando un hilo lo suficientemente resistente.

1 trimestre, recorriendo tiendas de antigüedades hasta dar con la máquina de coser adecuada.

1 estación del año, asistiendo a clases de costura con los grandes maestros de la materia.

En definitiva, 1 año intentando coser las piezas del puzzle que hiciste de mí.

Y, a día de hoy, me han bastado 3 parpadeos para darme cuenta de que el tejido nervioso de mis heridas cicatrizó por si solo. Aun cuando tú le gritabas que se mantuviese al margen para poder entrar en todas y cada una de mis equivocaciones e infectarlo todo con  tus palabras bacterianas y tus caricias patógenas.

He venido a devolverte la bombona de oxígeno, las cuerdas con las que me ataste a los pies de la cama por si te daba por volver, la mordaza, las bacterias que desprendes y a las que ya me he hecho inmune; y a comunicarte que, al igual que los días del año, se acabaron las palabras que me quedaban para tí.



No te quejarás, he sacado tu perfil bueno.


Por cierto, no hace falta que me devuelvas la dimensión de profundidad, creo que me han hecho una nueva de tanto mirarme bonito.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Cuentos (chinos) de Navidad.


Queridos Reyes Magos:

Uno año más he vuelto a hacerlo todo empezando por el final, me he olvidado de mi misma 5 días por semana. No he cumplido ni uno solo de los propósitos que el champán y yo, codo con codo y como si de un secreto se tratase, nos propusimos el 31 de diciembre.
He reabierto los casos que creí haber cerrado y a los cuales descubrí mordiendome los tobillos He repasado minuciosamente cada una de las pruebas y pacté con el Tranquimazin que, esta vez, no me temblarían las piernas en la rueda de reconocimiento. Conseguí identificar a encubridores y culpables. Me fui de copas con los primeros y, con el consecuente estado de embriaguez, metí a los segundos en mi cama. Y, sin apenas darme cuenta, hice que  quedaran libres de todos los cargos y me convertí en el juez que fue sentenciado culpable.
Así que, siendo realistas, no…no he sido una niña buena. Pero, por no traicionar a la costumbre, vuelvo a escribirles para ver si se apiadan de mi estupidez extrema y de mi , y nos traen algo por navidad.
Pensando en ahorrarles viajes desde Oriente y en todo lo que me urgen cada una de las peticiones, he concluido que deberían traermelo todo este mes de Enero y ya negociaremos a cuantas navidades sin regalos equivalen:

-          Quiero una colección de recuerdos táctiles.
-          Otra de nudos en las entrañas.
-          De seguros a todo riesgo.
-          Un abono de teletransportes.
-          Un curso intensivo de inmersión.
-          Un “quitamiedos” de color rojo.
-          La posesión de 3 de sus ángulos.
-          Provisiones de píldoras anti.coraza.
-          Un estómago nuevo( he debido perder el mío).
-           200 velas.
-          Un escudo y una espada.
-          Y un reloj que de vez en cuando pare el tiempo.




P.D: He cambiado de dirección. Ahora vivo en el país del desconcierto, ciudad de la emoción que me provoca, y calle de las ganas desmesuradas que acabarán por matarme.